El 5G, ¿Cómo será su revolución en España en 2023?

Los expertos y las empresas tecnológicas llevan años afirmándolo: el 5G va a cambiarlo todo; la manera en que nos comunicamos, la tecnología que usaremos para ello y la interacción de los usuarios con sus dispositivos. Y también de los dispositivos entre sí, si tenemos en cuenta otros desarrollos, como el IoT o la realidad aumentada, por ejemplo. Pero hasta ahora estos cambios no han sido del todo tangibles. El 2023 es el año en que, por fin, podremos hablar de conectividad 5G «real», 5G SA (Stand Alone) o 5G+ según alguna de sus denominaciones comerciales.

 

5G: Un proceso de implantación lento

 

Hasta ahora —como ocurre con casi todas las tecnologías con aspiración de uso generalizado— el camino hacia el despliegue total de la conectividad 5G ha sido firme, pero escalado en diferentes fases. Debido a esto, hasta ahora, no ha tenido un impacto significativo real en la usabilidad, la velocidad o la capacidad de transmisión desde la percepción de las empresas y los usuarios finales. En estos últimos cinco años la conexión 5G NSA (Non Stand Alone) ha convivido con un 5G DDS (Dynamic Spectrum Sharing) que, en la práctica, no aportaba mucho al 4G+ vigente.

 

Con el 5G NSA se utilizó un espectro radioeléctrico específico para esta conectividad inalámbrica. A esto se sumó la instalación y el uso de nuevos equipos de radio en las antenas, preparados para la transmisión del 5G. Es cierto que en este punto la velocidad en la navegación y la estabilidad eran notables, así como la baja latencia o el desempeño de las conexiones en entornos de mucha demanda. Pero todo el potencial estaba aún «a la espera».

 

Más aplicaciones, más estabilidad y redes móviles seguras

Y esa espera ha terminado. En este 2023 empiezan a «exprimirse» todas sus posibilidades. El 5G SA traslada su core a la nube, lo que permite que el núcleo de la conectividad móvil funcione con una infraestructura independiente a la del 4G y gestionada a través de software específico. Esto reducirá aún más la latencia y abrirá la puerta a su uso masivo por parte de aplicaciones de elevada demanda de transmisión como los juegos online, los streams en vivo, la realidad virtual y la realidad aumentada.

 

Además, el 5G+, por esta dinámica de funcionamiento, reduce notablemente el consumo y la demanda energética de la red. Esto permite que los dispositivos que pretendan hacer uso de la conectividad móvil de nueva generación también consumirían mucha menos batería, posibilitando una mayor vida útil y un descenso considerable de la huella de carbono derivada de su utilización.

 

El abanico de nuevas posibilidades que ofrece el 5G «real» abarca desde la producción en remoto de contenidos de televisión en 4K a la gestión a distancia de plantas industriales automatizadas, por ejemplo. Por no hablar de la posibilidad de conectar vehículos inteligentes con la señalética de las vías o revolucionar el mundo de la medicina, gracias a la cirugía llevada a cabo por robots de alta precisión manipulados por cirujanos a kilómetros de distancia de los pacientes.

 

La seguridad y estabilidad de la conectividad inalámbrica 5G permite pensar en este tipo de aplicaciones y en muchas otras. Sobre todo, si tenemos en cuenta el posible «diálogo» entre dispositivos inteligentes interconectados (Internet de las Cosas) que será factible gracias a este tipo de conexión. Si hasta ahora la fase de desarrollo del 5G nos permitía ser optimistas, desde ahora podremos experimentar su auténtico potencial. Se espera que para 2025 existan 2.000 millones de conexiones en todo el mundo, lo que representa un 20% de la población mundial y un 35% del conjunto de usuarios de toda Europa.



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