El blockchain y cómo introducir la fibra óptica dentro de esta nueva era

La tecnología blockchain está sacudiendo desde hace un tiempo el sector de las finanzas y ganando protagonismo y presencia en la sociedad. La cadena de bloques implica la existencia de miles de nodos — es decir, miles de usuarios — que forman parte de una red distribuida que se encarga de validar una determinada transacción: su integridad, validez y pertinencia, las partes que intervienen o la seguridad en ambos extremos del intercambio, entre otros criterios clave.

 

Si bien es cierto que el concepto de blockchain elimina de un plumazo la figura del intermediario, y que destaca sobre todo por su aplicación en el uso y la cotización de las criptomonedas — con menos protagonismo de las entidades bancarias —, la tecnología blockchain puede aplicarse en un enorme abanico de campos, más allá del estrictamente económico.

 

Las operadoras de fibra óptica, las empresas de telecomunicaciones e incluso algunos gobiernos están ya analizando la manera de intervenir en este mercado. En un plazo relativamente corto de unos diez años — que es cuando los expertos creen que se generalizará su implantación — el blockchain está llamado a centrar el foco en el cliente y transformar, entre otros, la cadena de distribución mayorista, la optimización de algunos procesos internos, el intercambio de productos o servicios y, en definitiva, la competitividad de muchísimos negocios.

 

 

¿Qué es el blockchain y cómo funciona?

En la tecnología blockchain una transacción — o cualquier intercambio de información, en realidad — implica al emisor y al receptor, obviamente. Pero también a las miles de personas que forman parte de la red de nodos a la que emisor y receptor pertenecen. El emisor propone un determinado intercambio, que conforma un bloque.

 

El bloque pasa a formar parte de una cadena de bloques similares — es decir, otras transacciones — que están a la espera de «comprobación». Es la red de usuarios quien comprueba las características de estos bloques, asegurándose de que el emisor es quien dice ser, así como la información de la transacción, la identidad del receptor y otras claves que dan fe de la validez y seguridad del intercambio.

 

Ese bloque queda entonces registrado en la blockchain. No es hasta que el bloque cuenta con la aprobación de la red al completo — el «sellado» — cuando el receptor puede acceder al bloque con la información que le han transferido. El bloque, además, queda vinculado de forma permanente a su cadena, de manera que para modificarlo hay que hacer lo mismo con el resto de «eslabones», con la consiguiente comprobación y sellado de cada uno de ellos.

 

 

El blockchain más allá de las criptomonedas

El funcionamiento de la tecnología blockchain está asociado popularmente a la criptocurrency, pero no hay que olvidar que hablamos de intercambios de unos y ceros. Y que el blockchain hace referencia a la tecnología que permite esos intercambios, no al contenido de los bloques. Se trata de intercambio de datos, no necesariamente de datos financieros.

 

Según una investigación de Global Data, muchas empresas de telecomunicaciones se están asociando para proyectos piloto. Su objetivo es el empleo de redes blockchain para aumentar la eficiencia de la liquidación de tarifas mayoristas entre los operadores. Según el analista Lorenzo Solazzo, las tarifas al por mayor, como las tarifas de interconexión o los cargos de itinerancia, son propensas a discrepancias que pueden tardar más de 30 días en resolverse.

 

Una plataforma basada en blockchain permitiría liquidaciones más rápidas, ahorrando tiempo y los costes del proceso. Y esta dinámica podría replicarse, no sólo en el sector de las telecomunicaciones, sino en cualquier otro en el que pudieran intervenir transacciones seguras y encriptadas de información, actualizando muchas cadenas de valor y aumentando la competitividad de los mercados.

 



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